La Bioquimica del stress

Uno de los pioneros en investigar la bioquímica del stress fue el fisiólogo Walter B. Cannon de la Universidad de Harvard. En experimentos realizados con gatos a quienes sometía a situaciones de stress como encerrarlos en jaulas o inducirles comportamientos agresivos Cannon logró identificar y aislar una hormona que luego inyectaba a otros gatos más calmos o que no habían sido sobre-excitados. Lo que Cannon observó fue revelador. Cuando inyectaba dicha hormona a los gatos más tranquilos estos últimos repentinamente comenzaban a reaccionar de forma agresiva y temerosa. El ritmo cardíaco y la presión sanguínea de los gatitos más calmos de repente aumentaba y sus músculos se ponían más tensos. Cannon apodó a esta reacción “fight or flight response” que es lo que hoy en día se conoce como la respuesta al stress (pelear o huir).

La hormona que Cannon aisló en sus experimentos es lo que hoy conocemos como adrenalina (epinefrina) que junto con otra hormona llamada noradrenalina (norepinefrina) y el cortisol (un glucocorticoide) forman las hormonas del stress.

En los seres humanos la respuesta al stress comienza cuando nuestros sentidos perciben una amenaza que puede ser real o imaginaria como el freno estridente de un auto, una mala mirada, un dolor físico, un trauma emocional e incluso una situación que nos obliga a salir de nuestra zona de confort. Otros factores como la polución, las toxinas ambientales, y muchos alimentos también pueden actuar como estresores. Las partes de nuestro cerebro que recogen y procesan estas señales son la amígdala y el hipotálamo que forman parte del sistema límbico (encargado del procesamiento y almacenamiento de las reacciones emocionales).

El hipotálamo (en forma extremadamente simplificada) hace dos cosas: le informa al resto del cuerpo que puede permanecer relajado porque no hay un peligro a la vista o lo prepara para “pelear o huir” cuando interpreta que hay algún peligro en ciernes (estresor). Para ser de utilidad este último mecanismo debe activarse rápidamente. Por esta razón el hipotálamo se encuentra estrechamente interconectado al resto del cuerpo a través del sistema nervioso autonómico (SNA) que forma parte del sistema nervioso central (SNC) y que regula funciones involuntarias como el ritmo respiratorio, la presión sanguínea, el ritmo cardíaco, entre otras funciones biológicas. Cuando interpreta que hay una amenaza la parte trasera del hipotálamo envía señales de alerta y estimulación al resto del cuerpo a través del sistema simpático (que forma parte del SNA). La respuesta de nuestro cuerpo es automática e instantánea: el ritmo cardíaco se acelera, la presión sanguínea aumenta y comenzamos a transpirar para mantener nuestras manos y pies calientes, etc. Cuando la amenaza cesó o se extinguió la parte delantera del hipotálamo se lo informa al resto del cuerpo a través del sistema parasimpático (la otra parte del SNA) para devolver el estado de equilibrio o relajación a nuestro organismo. De esta manera el hipotálamo traduce nuestro “estado emocional” en reacciones físicas concretas de estimulación (sistema simpático) o relajación (sistema parasimpático) según sea el caso.

Como vamos a ver más adelante el hipotálamo y el sistema límbico también están interconectados con otras áreas del cerebro como el cortex pre-frontal (CPF). Estas interconexiones son las que nos permiten adaptar nuestro comportamiento dándonos la flexibilidad para utilizar una parte más primitiva cuando estamos enfrentando una amenaza o nuestra parte más reflexiva y racional cuando estamos fuera de peligro. Lo que es interesante es que las investigaciones muestran una correlación inversa entre ambas zonas. Cuando el sistema límbico está sobre estimulado tiende a dominar e inhibir la actividad del CPF que es muy sensible al stress. Esto tiene implicancias dramáticas para nuestra vida ya que para tomar buenas decisiones y acceder a nuestras habilidades cognitivas superiores (i.e. memoria de trabajo, concentración, creatividad, etc.) es imprescindible mantener una buena actividad en el CPF.

Ahora bien, para poder desencadenar la avalancha de hormonas y de químicos que forma parte de la respuesta al stress el hipotálamo también necesita comunicarse con las glándulas adrenales que son las que producen cortisol, adrenalina y noradrenalina (las hormonas del stress). Pero la comunicación entre el hipotálamo y las glándulas adrenales no es directa. Primero el hipotálamo necesita liberar un químico denominado corticoliberina u hormona liberadora de corticotropina (CRH) que se encarga de estimular la glándula pituitaria (también denominada hipófisis), una glándula endócrina situada cerca del hipotálamo en la base del cráneo. Cuando es estimulada, la glándula pituitaria libera su propio mensajero denominado corticotropina (ACTH) que estimula las glándulas adrenales. Estas últimas finalmente son las que liberan cortisol, adrenalina y noradrenalina al torrente sanguíneo para que circulen hacia el resto del cuerpo.

El objetivo final de este complejo entramado entre el hipotálamo, la glándula pituitaria, y las glándulas adrenales (también denominado eje hipotalámico-hipofisiario-adrenal) es regular la respuesta hormonal del cuerpo frente a un estresor y prepararlo para pelear o huir. Nuestro cuerpo responde a esta cascada de hormonas acelerando el ritmo respiratorio y cardíaco, aumentando la presión sanguínea al mismo tiempo que suprime otras funciones que no son necesarias en situación de peligro como el sistema digestivo y los órganos sexuales. El eje hipotalámico-hipofisiario-adrenal también debe ser capaz de interpretar cuando la amenaza cesó o cuando los niveles de ciertas hormonas son muy elevados para devolver al organismo a su estado de equilibrio (homeostasis).

Cuando la respuesta al stress no está efectivamente regulada ya sea por alguna falla en este mecanismo o por una exposición crónica a situaciones de stress enfrentamos un mayor riesgo de sufrir disfunciones cognitivas severas y fallas en órganos vitales.

Una manera práctica y rápida de medir nuestra “carga” de stress consiste en completar el cuestionario de Holmes y Rahe del post anterior que lleva unos pocos minutos. Sin embargo, para tener marcadores más precisos es imprescindible medir nuestros niveles hormonales a través de un examen de sangre. Para ello es necesario acudir a un médico endocrinólogo para que les ordene un estudio que debería monitorear como mínimo las siguientes variables:

 

Variable Rangos de Referencia
Hormona Folículo Estimulante (FSH) 1,0-12,0
Hormona Luteineizante (LH) 1,3-10,1
Prolactina 2,6-18,1
Testosterona Total 2,8-8,0
Testosterona Libre 0,174-0,672
Dehidroepiandrosterona Sulfato (DHEA-S) 110-425
Cortisol Plasmático 6,2-19,4
Cortisol Vespertino 2,3-11,9
Adrenocorticotrofina (ACTH) 7-63
Adrenalina en orina Hasta 20
Noradrenalina en orina 15,80
Dopamina en Orina 65-400

Mariano M.

MarianoMuruzabal

 

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