La funcion biologica del stress (y un cuestionario para medirlo)

Una de las definiciones del stress más utilizadas es la atribuida a Richard S. Lazarus para quien el stress puede ser caracterizado como aquella condición en donde la persona siente que las demandas que recaen sobre ella superan los recursos personales y sociales de los cuales dispone. Dicho de otro modo, una situación nos estresa cuando no podemos controlarla.

Una definición más formal la encontramos en la publicación “Stress Management” de la Universidad de Harvard según la cual el stress puede ser definido de una manera general como “el conjunto automático de respuestas físicas que se producen en respuesta a cualquier estímulo que requiere que nos adaptemos el cambio”.

Esta última no es una definición muy didáctica pero nos ayuda a enfatizar algunos aspectos del stress que son importantes como los mecanismos automáticos de respuesta que se encuentran pre-configurados en nuestro organismo y el conjunto de cambios fisiológicos que se producen en respuesta al stress.

Nos guste o no el stress nos ha servido durante la mayor parte de nuestra evolución como especie para sobrevivir a nuestro entorno. Todos nuestros sentidos y la mayoría de nuestras funciones biológicas se encuentran eficientemente sincronizadas de forma tal que podamos responder satisfactoriamente a las amenazas y desafíos de nuestro entorno.

Ya sea escapar de un animal salvaje o repeler la agresión de una tribu enemiga nuestro organismo se las tuvo que ingeniar para salvar el pellejo y sobrevivir. Para ello tuvo que diseñar un mecanismo de respuesta a situaciones de peligro o stress, el cual para ser eficiente además debía activarse de forma automática y en cuestión de segundos. Dependiendo de cuáles fueran las circunstancias dicho mecanismo debía preparar a nuestro organismo para “pelear o huir”.

Es fácil entender la utilidad que este mecanismo ha tenido para nuestros antepasados mediatos donde encontrarse con un animal salvaje o un miembro de una tribu enemiga era algo más común. Pero en pleno siglo XXI estas no parecen ser situaciones muy habituales (o sí?)

Uno de los problemas con nuestro mecanismo de respuesta al stress radica en que nuestro entorno y nuestro estilo de vida han evolucionado a un ritmo tan vertiginoso que no nos dieron el tiempo suficiente para adaptar nuestra biología a los nuevos escenarios de la vida moderna. Pensemos por un momento que la vida en la gran ciudad y las grandes metrópolis son un invento de los últimos cien años, mientras que los procesos de adaptación sucesiva y selección natural descriptos por Charles Darwin en su libro “Sobre el Origen de las Especies” tardaron millones de años en producirse. Nuestro mecanismo de respuesta al stress sigue siendo el mismo que el que tenían nuestros antepasados de la edad de piedra, solo que ahora las amenazas del entorno no provienen de un animal salvaje sino de la bocina de un auto.

Los científicos que se han dedicado a estudiar el mecanismo del stress han notado que este último no es muy bueno a la hora de distinguir entre amenazas “reales” o “imaginarias” y que tampoco está acostumbrado a lidiar con los estresores más comunes del “día a día”. Cualquier situación que sea percibida como “amenazante” o que requiera que nos adaptemos rápidamente a un cambio dispara una respuesta parecida.

Cualquiera sea el caso, los cambios fisiológicos que se producen en nuestro organismo frente a una amenaza “real” o “imaginaria” sigue siendo lo misma. Comenzando por una explosión de hormonas que responden a las señales de nuestros sentidos le siguen un conjunto de manifestaciones físicas bastante conocidas: aceleración del ritmo cardíaco, aumento de la presión sanguínea, aumento del ritmo respiratorio, mayor sudoración, y mayor tensión en los músculos, por nombrar los más característicos. Pero esto ocurría por una muy buena razón. El aumento en el ritmo respiratorio nos permitía enviar oxígeno con mayor rapidez al interior de nuestras células….así podíamos producir más energía. El aumento del ritmo cardíaco y de la presión sanguínea nos permitía bombear más sangre a nuestros músculos para hacerlos más agiles y resistentes. La aceleración de nuestro metabolismo nos ayudaba a quemar más glucosa. La sudoración nos ayudaba a regular la temperatura corporal y a mantener calientes nuestras manos y pies. La dilatación de nuestras pupilas nos permitía agudizar nuestra vista. Y la mayor producción de adrenalina y cortisol nos ayudaban a agudizar nuestros sentidos y a estar más alertas.

Puede ser que hoy en día ya no necesitemos escapar de la agresión de un tigre pero sí de la agresión de un ladrón. Puede ser que ya no necesitemos esquivar la flecha de una tribu enemiga pero sí necesitemos esquivar un auto que aparece súbitamente mientras cruzamos la calle.

El stress también ofrece beneficios en situaciones mucho más triviales como darnos un “empujón” ante la inminencia de un examen o para cumplir con algún deadline en el trabajo. A lo largo de nuestra vida experimentamos muchas situaciones desafiantes que nos demandan un esfuerzo físico y mental mayor al que estamos acostumbrados. Ese mayor stress momentáneo es el que muchas veces nos ayuda a superar esos desafíos.

Robert Yerkes y John Dodson de la Universidad de Harvard se dedicaron a estudiar estos temas y fueron los primeros en observar que un “ligero” aumento del stress suele mejorar la performance de nuestro cuerpo al fomentar un estado de mayor alerta. Al menos inicialmente, ya que pasado cierto umbral el stress se transforma en un problema y termina afectando negativamente nuestro rendimiento.

En fin, solo bastan unos pocos ejemplos para mostrar que la respuesta al stress sigue siendo útil después de todo.

El problema parece ser que mientras en el caso de nuestros antepasados dicha respuesta se activaba esporádicamente, hoy en día las personas viven sobre-estimuladas. Desde ambientes laborales conflictivos, la inminencia de un examen, las nuevas dinámicas sociales que han surgido a partir de la vida en sociedad, la mayor incertidumbre económica, la enfermedad de algún familiar, etc. La exposición a situaciones de stress ha dejado de ser esporádica y se ha vuelto sistémica. Como vamos a ver en breve esta nueva realidad tiene consecuencias dramáticas para nuestro organismo y nuestro desempeño.

Pero primero tomémonos unos minutos para ver dónde estamos parados.

 

CUESTIONARIO PARA MEDIR TU “CARGA” DE STRESS

Hacia fines de la década del 60 los psiquiatras Thomas Holmes y Richard Rahe de la Universidad de Washington en EEUU decidieron identificar los eventos más estresantes de nuestra vida y cómo impactaban en nuestra salud.

Para ello revisaron más de 5000 registros médicos y también realizaron entrevistas a hombres y mujeres pidiéndoles que enumeraran cuales habían sido los eventos y las situaciones más estresantes de su vida y que les asignaran un puntaje de 0 a 100 según su importancia. El resultado de dicho estudio es lo que hoy se conoce como el Holmes and Rahe Stress Scale, un índice que incluye los 43 eventos que tienen mayores probabilidades de impactar sobre nuestra salud. Cada evento impacta en el índice de acuerdo a su respectivo puntaje. Por ejemplo, la muerte de un cónyuge tiene el puntaje más alto (100) y coincide con el hecho de que las personas que sufren la muerte de su cónyuge al parecer tienen 10 veces más de probabilidad de morir en ese mismo año que otras personas de características similares. Por poner otro ejemplo, las personas que sufren un divorcio (73 puntos) tienen una probabilidad 12 veces más alta de enfermarse en ese mismo año que las personas casadas.

Lo interesante del estudio es que Holmes y Rahe pudieron hallar una relación estadísticamente significativa entre el puntaje obtenido en dicho test y en la probabilidad de enfermar en los meses posteriores que seguían a la realización del cuestionario. Por lo tanto se ha convertido en un estimador de utilidad para medir nuestra “carga” de stress y nuestra probabilidad de enfermar.

Tómense unos minutos para completar el listado marcando con una “X” si en los últimos doce meses pasaron por algunos de los siguientes 43 eventos. Una vez completado el listado sumen los puntos de cada evento marcado con una “X” y compárenlos con el cuadro de resultados.

 

 ESCALA DEL STRESS DE HOLMES Y RAHE
EVENTO X PUNTOS
Muerte del cónyuge 100
Divorcio 73
Separación del cónyuge/pareja 65
Tiempo en la cárcel 63
Muerte de un familiar 63
Enfermedad o lesión 53
Matrimonio 50
Pérdida de trabajo 47
Reconciliación con cónyuge/pareja 45
Retiro/jubilación 45
Familiar con problemas de salud 44
Embarazo 40
Disfunciones sexuales 39
Nuevo miembro en la familia 39
Cambios en el trabajo 39
Cambios en las finanzas 38
Muerte de un amigo/a 37
Cambio dentro del mismo trabajo 36
Aumento en la cantidad de discusiones con la pareja o cónyuge 35
Niveles moderados a altos en el monto de la hipoteca 31
Remate de una hipoteca o un préstamo 30
Aumento en las responsabilidades en el trabajo 29
Los hijos se van de casa 29
Problemas con miembros de la familia 29
Logro personal de importancia 28
Cónyuge comienza o deja de trabajar 26
Comienza o deja de estudiar 26
Cambios en las condiciones de vida 25
Cambios de hábitos personales 24
Problemas con el jefe 23
Cambios en el horario de trabajo 20
Cambio de residencia 20
Cambio de escuela 20
Cambios en nuestro tiempo libre 19
Cambios en las actividades en la iglesia 19
Cambios en actividades sociales 18
Deudas moderadas 17
Cambios en los hábitos de descanso y en la calidad del sueño 16
Cambios en la cantidad de encuentros familiares 15
Cambios en los hábitos de alimentación 15
Vacaciones 13
Fiestas de fin de año 12
Problemas menores con la ley 11
TOTAL

 

CUADRO DE RESULTADOS
Puntos Riesgo
< 150 Baja “carga” de stress y baja probabilidad de enfermar en los próximos 12 meses
150-299 Moderada “carga” de stress con una probabilidad de enfermar 30% menor al rango superior (>300).
> 300 Elevada “carga” de stress y en situación de riesgo

 

La escala de Holmes y Rahe no ha quedado exenta de críticas. Muchos critican el hecho de que solo se incluya eventos o cambios importantes pero que dejan afuera eventos más triviales de la vida diaria como padecer el tráfico todos los días o vivir en zonas inseguras que también impactan en nuestra salud física y emocional.

A su vez, hay eventos que deberían ser positivos como el nacimiento de un hijo o el logro de una meta importante que no obstante están incluidos en el listado y que demuestran que el stress tiene un gran componente de subjetividad personal. Lo que para algunos es una situación estresante para otras puede no serlo.

Incluso los umbrales de tolerancia al stress no son los mismos para todos. Hay factores genéticos, ambientales y de la propia historia personal de cada uno que hacen difícil predecir cómo va a reaccionar una persona frente a situaciones puntuales. En este sentido los investigadores observaron que un factor determinante a la hora de lidiar con un evento en particular es la “percepción de control” que una persona cree tener (acertadamente o no) sobre dicha situación.

Más allá de las críticas (muchas de las cuales son acertadas y relevantes) que nos ayudan a tomar perspectiva y a adoptar un sano escepticismo, contar con una medida “objetiva” y estadísticamente significativa es de gran utilidad para saber dónde estamos parados.

A menos que hayan estado viviendo en una isla desierta es altamente probable que sus resultados se hayan ubicado en la zona de riesgo. Asique bienvenidos!

Mariano M.

MarianoMuruzabal

 

 

 

 

 

 

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