La importancia del Omega 3 y el colesterol para el cerebro

El cerebro consume cerca del 20% del oxígeno que respiramos y aproximadamente el 20% de las calorías que consumimos. Dado que no posee una gran cantidad de mitocondrias que le suministren energía debe obtenerla de otras fuentes como la glucosa y las grasas que obtenemos de los alimentos. Pero las grasas tienen un rol mucho más importante que la glucosa en el mantenimiento del cerebro.

Pensemos que este último para desarrollar sus funciones más importantes cuenta con más de cien mil millones de neuronas que se comunican entre sí todo el tiempo a través de una densa red de conectores denominada sinapsis. A su vez, cada una de esas cien mil millones de neuronas posee cerca de 40 mil conexiones y también existen más de un trillón de células secundarias denominadas células gliales que sirven para proteger y preservar la salud de cada neurona. Los impulsos eléctricos que se transmiten a través de esta red de conectores comienzan y terminan en las membranas que recubren cada neurona y célula de nuestro organismo. Cuando dichas membranas son saludables toda esa comunicación se hace fluida, las instrucciones fluyen de una neurona a otra eficientemente y el cerebro funciona de manera óptima. Imaginemos que dichas membranas son como los oídos de cada célula. Cuando gozan de buena salud las neuronas se pueden comunicar y escuchar entre sí. Esta comunicación es la base de todos los procesos biológicos que se producen en el interior de nuestro organismo.

Ahora bien, las membranas celulares se forman a partir de cuatro elementos constitutivos: (i) los ácidos grasos (en especial el DHA del Omega-3), (ii) los fosfolípidos (en especial la fosfatidilcolina y la fosfatidilserina), (iii) el colesterol, y (iv) las proteínas.

La calidad en la comunicación entre cada célula va a depender de la calidad de los materiales de los cuales están hechas sus membranas. Cuando las grasas que obtenemos de los alimentos provienen de grasas saturadas e hidrogenadas dichas membranas pierden flexibilidad y se vuelven más rígidas. La comunicación neuronal se hace más ineficiente y en muchos casos se interrumpe. Esto se traduce en problemas cognitivos como falta de memoria, lentitud y atrofia mental, vaivenes del estado de ánimo y hasta depresión. Las células sencillamente pierden su capacidad de escuchar. Por el contrario, cuando las membranas están repletas de ácidos grasos Omega-3 y fosfolípidos, ganan salud y flexibilidad.

Las proteínas a su vez sirven para mantener la salud de los receptores que se alojan en dichas membranas. Recordemos que todos los neurotransmisores que circulan en el cerebro deben encontrar un receptor sano para cumplir su función.

Uno de los principales problemas con los ácidos grasos esenciales como el Omega-3 es que el cuerpo no los produce, por ende deben ser obtenidos de la dieta. Pero raramente los obtenemos de esta forma. Cuando el cuerpo no puede obtener ácidos grasos de calidad recurre a insumos de peor calidad como las grasas saturadas que suelen ser más abundantes debido al contenido de nuestra dieta. Pero a peor calidad de grasas peor calidad en la comunicación neuronal.  Según muchos estudios estas deficiencias resultan extremadamente perjudiciales en la temprana edad que es el momento cuando se forma el cerebro. Estudios epidemiológicos han encontrado que carencias en la ingesta de DHA durante la niñez dejan secuelas que persisten hasta la adultez llegando incluso a incrementar la predisposición a padecer condiciones psiquiátricas (i.e. depresión, adicciones), trastornos del comportamiento (i.e. déficit de atención e hiperactividad) y trastornos del aprendizaje (i.e. lectura, memoria). En otros estudios también encontraron una correlación significativa entre el coeficiente intelectual y la ingesta de DHA a temprana edad. Desde hace algunos años la Organización Mundial de la Salud (World Health Organization) viene recomendando que los alimentos para bebés sean enriquecidos con DHA debido a sus bajos niveles observados en la leche materna y teniendo en cuenta los efectos benéficos para el desarrollo del cerebro.

Sandrine Thuret un investigador en neurociencias del Kings College en Londres encontró que el DHA del Omega-3 en dosis variables según el caso permite hasta un 40% de incremento en la producción de nuevas neuronas (neurogénesis), una mayor producción de factores neurotróficos (brain derived neurotrofic factors – BDNF), incremento en el volumen del cerebro (es decir, lo opuesto a lo observado en pacientes con Alzheimer y atrofia mental), y efectos neuro-protectores. Estos hallazgos brindan evidencia de que un suministro constante de Omega-3 facilita la re-generación y reparación del cerebro. En la misma línea, Joseph Hibbelin del National Institute on Alcohol and Alcoholism (NIAAA) viene utilizando el DHA del Omega-3 con gran éxito en el tratamiento de pacientes con depresión y adicciones. En el 50% de los casos, sus pacientes logran mejoras mayores al 50% superando la efectividad de muchos antidepresivos. La vía de acción no es otra que reducir la inflamación y favorecer la reparación y regeneración de áreas del cerebro que han sido dañadas por diversas causas. Recordemos que la serotonina, el neurotransmisor responsable por estabilizar el estado de ánimo necesita receptores (y membranas) sanos para ser efectiva.

Además del DHA y los fosfolípidos, está el colesterol. A pesar de su inmerecida mala fama, el colesterol cumple un rol de importancia en la formación de las sinapsis neuronales, en la formación de la mielina que recubre algunas fibras nerviosas en el interior de las neuronas, y también es un constituyente de las membranas que facilitan la comunicación en el interior del cerebro. El colesterol representa el 25% del cerebro, 1/5 de la mielina y también es abundante en la mayoría de los tejidos del sistema nervioso central. El colesterol también resulta esencial en la producción de hormonas como la DHEA, la testosterona y el estrógeno, y a su vez actúa como precursor en la síntesis de la vitamina D que es esencial para el correcto funcionamiento del cerebro y el sistema inmune.

En un famoso estudio realizado por primera vez en el año 1948 en la localidad de Framingham, Massachusetts (EEUU), y que actualmente va por su tercera generación de participantes, se encontró que los niveles de colesterol incidían positivamente sobre la función cognitiva. Si bien el objetivo de ese estudio era identificar las causas que incidían sobre la salud cardiovascular, los resultados mostraron que las personas que tenían niveles bajos de colesterol a su vez mostraban bajos niveles de memoria, razonamiento abstracto, atención, concentración, y fluidez verbal. La razón aparentemente tiene que ver con que el colesterol es un insumo constitutivo de las membranas neuronales y un componente esencial del cerebro. Es más, una de las razones por las cuales dormir es saludable para el cerebro y la memoria, viene del hecho de que gran parte del colesterol se produce mientras dormimos.

¿Pero no era que el colesterol es malo para el organismo? Bueno, al igual que ocurre con las grasas saturadas e instaturadas, no todo el colesterol es igual. Claro que el uso de medicaciones como las estatinas que reducen los niveles de colesterol y predisposiciones genéticas como variaciones en el gen ApoE4 que regula el transporte de colesterol en el sistema nervioso también juegan un rol importante y pueden generar confusión a la hora de interpretar los resultados de muchos estudios. Variaciones en este gen hacen que las sinapsis del cerebro sean más ineficientes y la razón no es otra que el interferir con el transporte de colesterol. La consolidación de la memoria y el aprendizaje dependen de la efectividad con la cual funcionan las sinapsis y del correcto desarrollo del sistema nervioso. Ambos dependen directamente de las disponibilidades de colesterol.

Advertencia final: a la hora de comprar un complemento de Omega-3 existe confusión acerca de cuál es la mejor fuente. Es lo mismo el Omega-3 de origen vegetal (i.e. aceite de Chía) que el de origen animal (i.e aceite de Krill o de bacalao)? Las personas que siguen una dieta vegana seguramente evitarán cualquier producto marino. Si bien es posible obtener el Omega-3 de otras fuentes que no sean animales, no sugerimos hacerlo ya que no son lo mismo ni producen los mismos efectos en el organismo. En los productos de origen vegetal como el aceite de Chía el principal componente del Omega-3 viene bajo la forma de ácido alfa linoleico (ALA). En estos casos el organismo necesita convertir el ALA y transformarlo en EPA y DHA que es lo que realmente sirve. Sin embargo, esa tasa de conversión es de mínima a nula (es menor al 1%). Este hecho hace que los productos de origen vegetal nos priven de los elementos constitutivos más importantes y necesarios para las células como es el DHA. Por ende, el omega-3 siempre debe provenir de productos marinos.

Referencias:

  1. Keys, A. Seven Countries: A multivariate Analysis of Death and Coronary Heart Disease. Harvard University Press, Cambridge, 1980.
  2. Kurzweil, R. TRASCEND: Nine Steps for Living Well forever. Rodale, 2011.
  3. Alexandra J. Richardson, et al. “Docosahexaenoic Acid for Reading, Cognition and Behavior in Children Aged 7–9 Years: A Randomized, Controlled Trial (The DOLAB Study)”. https://goo.gl/gPGOm8
  4. Hibbeln, Joseph R. “Essential Fatty Acids in Psychiatric Disorders: Alcohol Abuse and Alcoholism, United States”. National Institute of Health (NIH), 2005. https://goo.gl/lvmiGm
  5. Chris Masterjohn: “Learning, Your Memory, and Cholesterol”. July, 2005. https://goo.gl/J1a7wu
  6. Bernard G. Schreurs, Ph.D. “The Effects of Cholesterol on Learning and Memory”. Neurosci Biobehav Rev. 2010 Jul; 34(8): 1366–1379. https://goo.gl/qaHfm9
  7. Mercola. “The Critical Differences Between Omega-3 Fats From Plants and Marine Animals”. September 11, 2016. https://goo.gl/u0w7Lv
  8. David Perlmutter. The Better Brain Book: Improve Memory and Sharpness, Prevent Aging of the Brain. Riverhead Books, 2004.
  9. Brant Cortright. The Neurogenesis Diet and Lifestyle: Upgrade your Brain, Upgrade your Life. Phsyche Media, 2015.

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