Como modificar la variabilidad cardiaca usando biofeedback

No es una novedad que el stress afecta a casi todo el cuerpo. Uno de los cambios fisiológicos más característicos cuando estamos estresados es el incremento en nuestra respiración y en nuestro ritmo cardíaco.

Muchas investigaciones permiten dar cuenta de que cuando estamos abrumados por preocupaciones, emociones negativas, y altos niveles de stress nuestro sistema nervioso autonómico pierde su equilibrio y nuestros ritmos cardíacos se desordenan.

Si observáramos nuestro ritmo cardíaco a través de un electrocardiograma podríamos ver que cuando nuestro cuerpo está estresado el tiempo que transcurre entre un latido y otro se hace constante y estable en el tiempo. Sin embargo, cuando estamos relajados, calmos y en un estado de mayor “coherencia interna” los intervalos de tiempo entre cada latido se hacen más variables. Esto quiere decir que cuando estamos relajados y nuestros umbrales de stress son bajos solemos tener una mayor variabilidad cardíaca. Y viceversa.

En muchos ámbitos la variabilidad cardíaca es utilizada como un predictor del riesgo de mortalidad y otros riesgos de salud, al menos en ciertos rangos etarios ya que la variabilidad cardíaca disminuye inexorablemente con la edad y suele ser mayor en los varones.

Recordemos que el sistema simpático es el responsable de regular la respuesta al stress y el de preparar a nuestro cuerpo para “pelear o huir”. No tenemos control sobre esta parte del sistema nervioso autonómico. Y está bien que esto sea así.

No obstante, mantenemos cierto control sobre el sistema parasimpático que es el responsable de activar los mecanismos de relajación que contrarrestan los efectos del stress. Es interesante señalar que nuestro corazón se encuentra interconectado con el cerebro, que es donde se origina la respuesta al stress, a través de un conjunto de fibras nerviosas denominadas nervio vago o nervio pneumogástrico que es una parte crítica del sistema parasimpático. Esto quiere decir que es posible sincronizar nuestro corazón con nuestro cerebro y aprender a balancear nuestro sistema simpático y parasimpático.

Pero para ello necesitamos información.

Y aquí es donde entra en escena el HeartMath Institute, una institución de EEUU que desarrolló un dispositivo de biofeedfack denominado EmWave2. Este dispositivo viene con su respectivo software y un sensor infrarojo que se conecta al lóbulo de nuestra oreja. El sensor capta los latidos del corazón, calcula el tiempo transcurrido entre uno y otro latido, y luego muestra dicha variabilidad cardíaca en la pantalla. Y esto lo hace en tiempo real!

El EmWave2 monitorea nuestra variabilidad cardíaca a lo largo del tiempo y nos avisa a través de un sistema de alertas cuando permanecemos dentro de un “estado de coherencia” (y cuando no). Este es el estado donde nuestro corazón, nuestra mente y nuestras emociones trabajan en armonía y cooperación. Y es donde deberíamos pasar la mayor parte del tiempo.

El feedback que nos suministra este dispositivo nos ayuda a identificar patrones que nos sacan de nuestro estado de coherencia mucho antes de que nuestro sistema simpático lo detecte. Cualquier error o desviación lo vemos en la pantalla y en el sistema de alerta del mismo programa. Cuando nuestra variabilidad cardíaca desciende debajo de ciertos umbrales el dispositivo emite una luz roja. Es nuestro trabajo encontrar la manera de volver al estado de coherencia. A medida que hacemos estos ejercicios vamos aprendiendo de forma consciente a controlar parte de nuestra respuesta parasimpática.

Con práctica es posible aprender a mantenernos en un estado de coherencia la mayor parte del tiempo y a su vez ver qué cosas nos alejan de dicho estado. Por si no se entendió lo volvemos a mencionar. Este dispositivo permite controlar parte de nuestro sistema autonómico y nos enseña a controlar respuestas que son parcialmente involuntarias. Y solo necesitamos practicar durante 10-15 minutos por día!

Hoy en día ya sabemos que el corazón mantiene una vía de comunicación bi-direccional con el cerebro a través del nervio vago. Y gracias a las investigaciones de los fisiólogos John y Beatrice Lacey también sabemos que el corazón no solo no obedece ciegamente las ordenes que recibe del cerebro sino que también tiene cierta autonomía para interpretar y omitir dichas órdenes. Por si fuera poco, el corazón también es capaz de enviar sus propias ordenes al cerebro y este muchas veces sigue esas instrucciones. Ya contamos con evidencia científica sólida de que el corazón y el cerebro se comunican de diversas maneras: neurológicamente (a través de impulsos nerviosos), bioquímicamente (a través de hormonas y neurotransmisores), biofísicamente y energéticamente (a través de campos electromagnéticos). El corazón, por lo tanto, no es solamente un músculo que bombeaba sangre sino que es capaz de generar su “lenguaje” propio. Este lenguaje puede incidir sobre nuestro cerebro y nuestro comportamiento. Una vez que aprendemos a controlar nuestra variabilidad cardíaca aprendemos a activar los mecanismos de relajación por nuestros propios medios y a modular los efectos del stress, aun cuando no  tengamos control del sistema simpático.

Fig. 1 Dispositivo Emwave2

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Fig. 2 Ritmos cardiacos asociados al stress y al estado de coherencia

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Fig. 3 Ritmos cardiacos asociados a distintos estados emocionales

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